LA TOMA DE COLEGIOS Y EL RECLAMO DE LOS BACHILLERATOS POPULARES
Hace 97 años, el 21 de junio de 1918 fue la proclama del Manifiesto Liminar de la Reforma Universitaria, que tomó tal trascendencia y magnitud que a partir de entonces, se considera al estudiante (no sólo al universitario; también los secundarios, como vemos en estos días se movilizan) como actor social capaz de organizarse para trasformar la realidad, junto a otros sectores.
El Manifiesto dice en uno de sus párrafos, que sirve para reflexionar acerca de la actual crisis educativa:
"Las Universidades han sido hasta aquí el refugio secular de los mediocres, la renta de los ignorantes y lo que es peor- el lugar donde todas las formas de tiranizar y de insensibilizar hallaron la cátedra que las dictara. Las Universidades han llegado a ser así fiel reflejo de estas sociedades decadentes que se empeñan en ofrecer el triste espectáculo de una inmovilidad senil. Por eso es que la ciencia, frente a estas casas mudas y cerradas, pasa silenciosa o entra mutilada y grotesca al servicio burocrático".
Hoy se aplican, al menos en lo formal, los principios reformistas: la autonomía política, docente y administrativa de la universidad, el cogobierno de profesores y estudiantes, la elección de los dirigentes de la universidad por asambleas de profesores, estudiantes y egresados, la elección de profesores por medio de concursos públicos.
Qué bueno recordarlos para profundizar cuál es la actualización de estos principios al día de hoy.
De hecho, el movimiento de Córdoba representó solamente el punto de partida de un proceso destinado a definir lo que es y lo que debería ser la universidad y la educación en general, por medio de la búsqueda, aún inconclusa de un pensamiento crítico, alternativo, que ponga en debate al actual modelo productivo, el capitalismo en crisis; y ayude en la búsqueda de alternativas para superarlo.